a lola le gusta escribir.

narrando mi cotidianidad.


intentar la quietud

Me acomodé en el piso sobre un cojín verde suave. Cerré los ojos y respiré profundo. Y en el silencio pude escuchar el latir. Sentir el meneo tan sutil del cuerpo que inhala y exhala en ondas. Y se me aparecieron unos cuantos lamentos, de esos que llegan para quedarse, sí, de los que a veces se esconden y salen en estos momentos de quietud. Vi a los lamentos pasar. Me saludaban y me invitaban a sumergirme en ellos, a zambullirme desnuda y perderme en sus profundidades. Pero solo los observé y los despedí con cierto cariño, hasta el próximo encuentro. Escuché los silbidos, tan variados como tan melódicos de los pajaritos que afuera se manifestaban. Envuelta. Inhalé y exhalé. Se me alborotaron las preocupaciones, por el pasado, el presente y el futuro. Las miré. Sucumbí a dos o tres. Me perdí en los murmullos sobre este y aquel asunto. Sobre el por qué pasó y el qué pasará. Hasta que caí en cuenta de que me había ido en el torbellino. Me detuve nuevamente y respiré. Y así consecutivamente. En un lapso de quince minutos, vi pasar decenas de pensamientos que me corrían de un lado a otro en la mente. Traté de no agarrarme, pero fue imposible no seguirle el rastro a muchos de ellos. Aun así, me permití un momento de solamente estar. De silencio despierto, que me habla y me calma. Me permití un espacio sin obligación más que respirar. Un intento de quietud.



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