
Yo no le creo a esos que dicen que no se deben a nadie o a nada. Esos que creen en la supremacía de vivir en individualidad única y total . Siempre hay algo, alguien, que nos mueve y nos lleva a transitar nuestros caminos. Siempre hay motivos, hay quienes, siempre hay eso que nos enciende el corazón en llamas y nos hace caminar la vida.
Yo me debo, a mucho, a muchos. Me debo a la tierna brisa de este invierno puertorriqueño. A la mirada ungida en el infinito estelar. Al preciso instante en el que cuerpo y mar se conectan. A los rayos de sol que alimentan las plantas de mis pies en cada paso que doy. Me debo a la calidez de los abrazos. A las redes de amor infinito que tejo a diario. A las sonrisas hogar de mis queridos.
Te aseguro que si mis manos crean a diario es porque se deben al cielo azul caribeño. A ese mismo azul en los ojos de papá. Al verdor del paisaje borinqueño. A ese mismo verdor en los ojos de mamá. Me debo a las arrugas de los que me anteceden, en respeto y consciencia, para honrarles, nutriéndome de sus experiencias y creando nuevas formas de vida, de amor solidario y radical.
Si mi alma vive es porque se debe a mucho, a muchos.
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